domingo, 31 de enero de 2010

Una vida que merece ser vivida


Vivimos en un universo inteligente.
La vida misma es una expresión de esta inteligencia. Esta inteligencia se manifiesta a través de ciertos principios o leyes. Podríamos decir que el universo tiene su manera de hacer las cosas. Y nosotros en tanto que individuos somos una manifestación de esta verdad.

Si observamos como funcionan las células del cuerpo humano, podemos aprender sobre estos principios.
Para empezar, nosotros mismos, fuimos originados a partir de una única célula fecundada, que al igual que un Big Bang se expandió y diferenció en múltiples órganos y tejidos, con estructuras y funciones diferentes pero formando parte de un único organismo, de una misma conciencia.
Y esta célula original o cigoto, plenipotencial, con la capacidad de crear a un individuo entero, que al cabo de un tiempo tendrá incluso su propia historia personal y sus características únicas, ¿de donde ha surgido sino del océano de la potencialidad pura?, del mismo vacío creador, que es el generador de todo lo que existe.

El ADN, nuestra herencia genética, es en realidad la expresión material de esta potencialidad.
El mismo ADN que encontramos en cada célula del cuerpo, se expresa de diferentes maneras para cumplir los requisitos particulares de cada una. Ya vemos que en nuestra misma naturaleza encontramos el principio de la pura potencialidad.

Si continuamos observando podremos notar que cada célula funciona a través del principio de dar. Una célula vive y permanece sana cuando está en estado de equilibrio y esta armonía se mantiene mediante un flujo constante de dar y recibir, este flujo es la esencia misma de la vida de la célula.
Cada célula da y colabora con el resto, y a cambio recibe alimento y protección de parte de las demás.
Cada célula sabe que hacer. Es la menor unidad de conciencia, puede dividirse, sentir, respirar, adaptarse, morir si es necesario.

Cuando este flujo vibrante de energía y materia se interrumpe, o se bloquea, aparece la enfermedad y la muerte.

Las células también cumplen su trabajo con tranquila eficiencia, sin esfuerzo y sin estrés, en un estado de armoniosa vigilancia.

A su vez, ya que son concientes, son sensibles a la intención y al deseo, que les permite organizarse y adaptarse a las necesidades del momento.
Hasta una intención simple como la de metabolizar una molécula de glucosa desencadena inmediatamente una sinfonía de sucesos en el cuerpo para secretar las cantidades exactas de hormonas en el momento preciso, a fin de convertir la molécula de azúcar en pura energía creativa.

Se sabe que la leche que la madre produce en el momento de la lactancia, contiene exactamente los nutrientes (vitaminas, aminoácidos, hidratos de carbono, inmunoglobulinas, etc,) que el recién nacido necesita en ese preciso momento.

Desde luego, cada célula conoce y expresa el principio del desapego. No se aferra al resultado de sus intenciones. No duda ni teme porque su comportamiento es función de una conciencia centrada en la vida y en el momento presente.
Y cuanto más libertad tiene la célula para expresarse y mostrar su naturaleza, su individualidad, y todo lo que “sabe” hacer, mejor funciona el organismo en su conjunto.

Todas las células se originan en el campo de la potencialidad pura, y por ende están conectadas a la conciencia, a la inteligencia del universo. Y como están directamente enlazadas con ese computador cósmico, pueden expresar sus talentos únicos con toda facilidad y conciencia atemporal. Sólo expresando sus habilidades únicas pueden mantener tanto su propia integridad como la de todo el cuerpo.


Observando el comportamiento de las células de nuestro cuerpo, podemos ver la expresión de la verdadera esencia del universo. Esa es la genialidad de la inteligencia de la naturaleza.

Son los pensamientos de Dios; lo demás son sólo detalles, decía Einstein.

Conociendo y respetando estos principios podemos alcanzar el dominio, la maestría de nosotros mismos.
Es importante no solo comprenderlo con el pensamiento, sino experimentarlo con la totalidad de nuestra existencia, por medio del silencio, de la meditación, de la observación y de la reflexión profunda, de la comunión con la naturaleza,

Podemos comprender que al igual que cada una de nuestras células son parte de una totalidad, de una unidad, mucho más grande, que resultamos nosotros. Cada uno es una célula más en el cuerpo del universo. Y de la misma forma somos parte de su conciencia, de su flujo ilimitado de energía y transformación.
Desde la perspectiva del universo, de Dios, dar no es una virtud, es simplemente parte de su naturaleza de abundancia y desinterés.
Y como somos parte de esta inteligencia y de este flujo universal podemos dar lo que mas buscamos y debemos soltar lo que mas tememos perder.

Somos responsables de nuestra vida, porque tenemos la capacidad de crearla, de moldearla, de conducirla, de convertirla en un paraiso o un campo de lágrimas. Así de simple, así de difícil.

Cuando despejemos las dudas, los obstáculos, los viejos condicionamientos, podremos entonces conocer el verdadero propósito de nuestra existencia. Y vivir una vida auténtica, creativa y feliz, participando concientemente del flujo ilimitado de energía y felicidad que nos rodea y nos anima. La vuelta al origen, a la condición normal y armoniosa. Home sweet home.

Nuestra vida es solo un pequeño paréntesis en la eternidad.

Un breve momento que nos es dado, y si aprendemos a considerarnos como parte de ese “todo” universal y podemos compartir con los demás, serenamente, con alegría y amor, con inteligencia, crearemos abundancia y felicidad para todos.
Entonces este breve momento habrá valido la pena.
Lo que se dice: “una vida que merece ser vivida”

jueves, 28 de enero de 2010

El principio de incertidumbre



El principio de la incertidumbre se basa en el desapego.

Es la sabiduría de la incertidumbre la que permite liberarnos del pasado, de lo conocido, de la prisión de todos los viejos condicionamientos.
Y en nuestro deseo de ir hacia lo desconocido, al campo de todas las posibilidades, podemos entregarnos con confianza a la mente creativa, a nuestra ser esencial, que desde siempre ejecuta la danza del universo.

¿Que significa el desapego?: Significa que para adquirir cualquier cosa en el universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella. Esto no implica renunciar a la intención de cumplir nuestro deseo. No hace falta renunciar ni a la intención ni al deseo; renunciamos al interés por el resultado.
La energía que se desprende de este acto es enorme.

Podemos seguir concentrados en nuestra intención, pero libres del resultado, es la mejor forma de conseguir lo que deseamos.
Y la base de esto es la confianza incuestionable en el poder del verdadero yo.
El apego, en cambio, refleja temor e inseguridad, y la necesidad de sentir seguridad surge del desconocimiento del verdadero yo, de la verdadera esencia del ser.

Y en realidad no existe nada fuera de este "yo".

La fuente de la abundancia o de cualquier cosa en el mundo físico es el auténtico yo; es la conciencia que sabe cómo satisfacer cada necesidad. Todo lo demás es un símbolo o fenómenos surgidos de esta conciencia: los objetos, el auto, mi casa, el dinero, la tarjeta de crédito, ropa, viajes, etc..
Los símbolos son transitorios, impermanentes; llegan y se van. Buscarlos y conformarnos con estos es como creer que teniendo el mapa ya llegamos a destino. Es algo que produce insatisfacción, confusión, ansiedad y acaba por hacernos sentir vacíos y huecos por dentro, porque cambiamos el yo por los símbolos del yo. Un proverbio Zen dice: "obtener la raíz no es atrapar las ramas".
El apego es producto de la ignorancia, del desconocimiento de sí mismo. Nos vuelve esclavos, mendigos. Quejándonos siempre de nuestra infelicidad, o nuestra falta de recursos, proyectando miedo y falta de confianza.

El desapego por el resultado es sinónimo de abundancia, porque con él viene la libertad para crear, para dar, para aprender, para recibir.
Sólo cuando nos desprendemos de lo que estamos “agarrados” podemos tener libertad y felicidad.
Entonces, todo lo que necesitamos aparece espontáneamente y sin esfuerzo.

Sin este sentimiento de desapego somos prisioneros de las falsas necesidades, de los intereses triviales, corriendo a izquierda y derecha detrás de cualquier cosa que consideramos fundamental, agitando el espíritu y llevándolo a una dimensión mundana, carenciada, características distintivas de una existencia mediocre y una mentalidad estrecha.

Pero no hay que confundirse con la terminología. No se trata de volverse indiferentes, sin emociones ni sentimientos ni ideales ni proyectos de vida. Eso es absurdo. Y además enferma. Es mas bien una mentalidad, una manera de ver la vida y los problemas y desafíos que esta nos presenta.

Despertar a la verdadera conciencia es saber, es comprender con la totalidad de nuestra existencia que podemos ser todo lo que deseamos cada vez que lo deseamos y podemos tener todo lo que necesitamos, con un mínimo de esfuerzo.

Para afianzarnos en esta experiencia es necesario realizar la sabiduría de la incertidumbre.

En la incertidumbre se encuentra la llave para la creatividad.

La mayoría busca constantemente seguridad, y con el tiempo muchos descubren que esa búsqueda es en realidad algo efímero. Hasta el apego al dinero es una señal de inseguridad. Algunos dicen, “Ah! Si tuviera mucho dinero, sería tan feliz, ya no tendría problemas” pero luego ves a la gente que tiene dinero y en el fondo tampoco son felices y además también tienen problemas.

Quienes buscan la seguridad la persiguen durante toda la vida sin encontrarla jamás. La seguridad es evasiva y efímera porque no puede depender exclusivamente del dinero, de una ilusión, de una pareja o de un arma. El apego al dinero siempre creará inseguridad, no importa cuánto dinero se tenga. De hecho, algunas de las personas que más dinero tienen son las más inseguras.

La búsqueda de la seguridad es una ilusión.

¿Cómo hacer entonces para sentirse seguro?

La respuesta la encontramos en la sabiduría contenida en el principio de la incertidumbre.
Esto significa que la búsqueda de seguridad y de certeza es en realidad un apego a lo conocido. ¿Y qué es lo conocido? Lo conocido es el pasado. Lo conocido no es otra cosa que la prisión del condicionamiento anterior. Allí no hay evolución ni cambio. Y cuando no hay cambio ni evolución, aparecen el estancamiento, el desorden, el caos y el sufrimiento.

La incertidumbre, por otra parte, es el suelo fértil de la creatividad pura y de la libertad.

La incertidumbre es penetrar en lo desconocido en cada momento de nuestra existencia. Lo desconocido es el campo de todas las posibilidades, siempre fresco, siempre nuevo, siempre abierto a la creación de nuevas manifestaciones.
Sin la incertidumbre y sin lo desconocido, la vida es sólo una mera repetición de recuerdos gastados. Nos convertimos en víctimas del pasado, proyectando siempre el mismo film. día tras día, año tras año, podrá cambiar un poco el decorado y quizás algunos actores pero la trama es siempre la misma, y el final previsible.

No hay que tener miedo de adentrarse en lo desconocido, es la puerta que da acceso al campo infinito de todas las posibilidades.

La sabiduría de la incertidumbre, aporta el coraje y el desapego necesarios para cambiar nuestros viejos hábitos, la “programación” conocida.

Un recipiente que está siempre lleno nunca podrá llenarse de algo nuevo, y su contenido terminará por pudrirse. A menos que se vacíe con frecuencia y permita ser llenado de algo fresco nuevamente.
Esto aportará emoción, sorpresa, misterio en nuestra vida; experimentaremos la alegría de vivir: la magia, y el regocijo de nuestro propio espíritu.

Cada día podemos estar abiertos a lo que puede ocurrir en el campo de todas las posibilidades. Si nos sentimos inseguros, no es el camino correcto. No hay que darse por vencido. Un proverbio dice: 7 veces me caigo 8 me levanto.
Esta es una enseñanza de verdad.

El principio de la incertidumbre no implica dejar todo al azar, o “no me importa nada”, es mas bien una mentalidad, flexible y creativa, que se adapta siempre a lo nuevo sin rechazar ni juzgar de antemano.
En realidad no necesitamos tener una idea rígida y completa de lo que haremos en el futuro, porque si tenemos una idea establecida de lo que ha de suceder y nos aferramos rígidamente a ella, dejaremos afuera un enorme abanico de posibilidades.

Una de las características del campo de todas las posibilidades es la interdependencia infinita. Este campo puede orquestar una infinidad de sucesos espacio-temporales con el fin de producir el resultado esperado, inconcientemente.
Pero cuando hay inseguridad y apego, la intención queda atrapada en una forma de pensar rígida y se pierden la fluidez, la creatividad y la espontaneidad inherentes al campo de todas las posibilidades.

Cuando nos aferramos a algo, congelamos nuestro deseo, lo alejamos de esa fluidez y esa flexibilidad infinitas y lo encerramos dentro de un rígido marco que consideramos “seguro” pero que en realidad nos hace perder gran cantidad de oportunidades y además obstaculiza la creatividad.
Esto no implica no tener la intención de avanzar en una determinada dirección, es importante tener objetivos. Sin embargo, para llegar a un determinado punto puede haber muchos caminos y si nos cerramos en nuestras “certidumbres” quizás estemos yendo por el sendero más difícil y tal vez no lleguemos a destino nunca.

La incertidumbre nos permite cambiar de dirección, si es necesario, en cualquier momento; encontrar atajos, otros caminos, nuevos paisajes, nuevos ideales, nuevos puntos de vista.

En términos biológicos nos volvemos más aptos, mejor adaptados al medio y con mayores oportunidades de evolucionar.
Así los problemas de nuestra vida se vuelven desafíos, posibilidades. Se puede estar atento y relajado al mismo tiempo.

Podemos hacer lo que hacemos por el solo hecho de hacerlo bien, lo mejor posible, incluso por los demás, sin depender del resultado, porque sabemos, íntimamente, que actuando de esta manera nunca nos vamos a equivocar.
Lo que denominamos comúnmente "buena suerte" no es otra cosa que la oportunidad que cae en un terreno ya preparado.
Aunque cueste creerlo, somos una ola surgida del océano universal de infinitas posibilidades y no hay manera de estar fuera de él.

Así que mejor flotar, nadar, y disfrutar de la experiencia, que es única.

domingo, 24 de enero de 2010

El homúnculo sensorial y motor



El término homúnculo (del latín homunculus, ‘hombrecito’, a veces escrito homonculus) es el diminutivo de hombre (a menudo despectivo) y se usa frecuentemente para ilustrar el funcionamiento de un sistema.

Se usa también comúnmente para describir una figura humana distorsionada dibujada para reflejar el espacio sensorial relativo que nuestras partes corporales representan en la corteza cerebral.

El homúnculo sensitivo se puede definir como la proyección de las áreas sensoriales de la piel y articulaciones sobre una sección del cerebro, la corteza somatosensorial. Si registramos esta información mediante electrodos podemos hacer un mapa con el destino de las señales sensitivas. Se representa la mitad contralateral invertida del cuerpo, ya que las fibras nerviosas se entrecruzan a nivel del tronco encefálico.

Esta representación es flexible y se puede modificar con la experiencia.

Las áreas que más espacio ocupan son los labios, las manos y en líneas generales la cara. Esto es debido a la mayor sensibilidad de estas partes y a la complejidad de movimientos de los músculos faciales que mediante la mímica son capaces de expresar una gran cantidad de emociones.

Las manos son características de nuestra evolución. El hecho de “oponer “el pulgar, es decir, poder tocarse la punta de los dedos con el pulgar permite cerrar el puño y ejecutar movimientos delicados. Esto le permitió a nuestros antepasados como el homo habilis, evolucionar, y junto con la capacidad de hablar (mímica, expresión) crear una sociedad compleja, arte, culturas, obtener más recursos del entorno, etc.

Por eso nuestras manos y rostro (ojos, boca) están ligados a la evolución del pensamiento, reflejando el estado de la mente y lo que hacemos con estas partes influye en el cerebro, mucho más que por ejemplo, la información proveniente de los muslos o la espalda.

También hay un homúnculo motor; las partes del cuerpo se representan en la corteza motora primaria, ubicada en el lóbulo frontal.

Al igual que para la sensibilidad, en el área motora, la mano, la boca y los pies están representados con mayor tamaño que el resto, es evidente ya que sus movimientos son más complejos y requieren mayor precisión. Por ejemplo el pulgar, que se usa en miles de actividades complejas, aparece mucho más grande que el muslo o el antebrazo, que tienen un movimiento relativamente simple. La corteza motora primaria de un hemisferio controla el lado opuesto.
Otra zona relacionada es la corteza premotora que está relacionada con la elaboración de patrones de respuesta e interviene en movimientos complejos. Está situada delante de la corteza motora primaria (áreas 6 y 8 de Brodman). Recibe aferencias desde los ganglios basales.

Desde el punto de vista de la circulación de la energía vital (Chi), las manos y los pies son grandes conductores de energía, de hecho los principales canales por donde esta circula se inician o terminan en los dedos.

Esto es conocido desde la antigüedad. En el chi kung y en el taichi la forma en que se mueven y posicionan las manos y pies es muy importante, al igual que su conexión con la mente y la respiración.

En la postura de zazen la posición de las manos es fundamental. Se le llama hokai jojin. Se dice que en ellas se contiene el cosmos entero. En otras formas de meditación las manos adoptan diferentes posiciones (mudras). Esto genera una influencia directa y profunda en la conciencia.
También en el homúnculo se refleja la propiocepción cinestésica, es decir, cómo se siente el cuerpo al moverse. Esta representación cortical desempeña un papel principal en el fenómeno del miembro fantasma y su opuesto, o sea la desaparición de miembros corporales de la percepción consciente causada por ciertas lesiones cerebrales.

El homúnculo motor evoluciona con la edad y difiere de una persona a otra.

La mano en el cerebro de un recién nacido es diferente a la mano en el cerebro de un pianista. Este tipo de diferencias está presente también en otras condiciones. Probablemente puedas flexionar y extender sólo la punta de tu pulgar a voluntad. La mayoría de la gente puede hacer esto con bastante facilidad, pero relativamente poca gente puede hacer movimientos análogos con el resto de los dedos. Algunos pueden plegar o girar la lengua, otros mover en forma independiente cada oreja o arquear una sola ceja. La diferencia se debe a las variaciones en la organización funcional de las áreas del cerebro relacionadas, es decir presentan un mayor número de neuronas asociadas.

Hay que destacar la gran capacidad plástica del cerebro y la maleabilidad de su estructura funcional.

Esto significa que si utilizamos mas una parte del cuerpo, el cerebro generará un mayor número de conexiones (sinapsis) en el área correspondiente a esa parte, modificando y reestructurando la red neuronal y por lo tanto su fisiología.

viernes, 15 de enero de 2010

La intención y la atención


Otro principio fundamental del universo es la intención, que es inseparable de otro principio: el deseo.
En realidad el deseo precede a la intención. Somos hijos del deseo. La vida misma es deseo. Aparecimos en este mundo en virtud de un deseo previo. Pero el deseo puro, no es igual que la ilusión. Una ilusión es deseo que no se realiza, crea apego y sufrimiento y más ilusiones (y más sufrimiento). Estos conceptos no son nuevos, podemos encontrarlos en gran cantidad de libros de auto-ayuda. Realizarlos en la propia vida es otra cosa. Pero veamos con más detalles de que se trata.

La energía y la información son el verdadero sustrato de la naturaleza.

En los niveles cuánticos, es decir, más allá del átomo, solamente hay energía e información. Este campo cuántico es sólo otra manera de denominar el campo de la conciencia pura o de la potencialidad pura. Y en este campo cuántico de pura energía influyen la intención y el deseo.

Si nos descomponemos hasta llegar a nuestros componentes fundamentales solo queda energía e información.

Nuestro nivel esencial es energía e información.

El universo, de hecho, es la manifestación del movimiento de la energía y la información.

Todo lo que existe comparte el mismo origen. La diferencia, por ejemplo, entre nosotros y una planta es el contenido de información y de energía de nuestros respectivos cuerpos.
En el plano material, tanto nosotros como la planta, al igual que el perro, un árbol o una mosca, estamos hechos del mismo reciclado de elementos: principalmente carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y otros elementos en mínimas cantidades.
Podemos conseguir estos elementos sin dificultad en un laboratorio. Por lo tanto, la diferencia entre nosotros y la planta no la encontraremos en estos elementos. De hecho, los seres humanos y las plantas intercambiamos todo el tiempo carbono (CO2) y oxígeno (O2).

La verdadera diferencia está en la energía y en la información.

Los seres humanos, somos privilegiados, ya que somos capaces de tomar conciencia del contenido de energía e información de ese campo particular que da origen a nuestro cuerpo físico. Podemos experimentar ese campo subjetivamente bajo la forma de pensamientos, emociones, deseos, recuerdos, instintos, impulsos y creencias. A su vez este campo de potencialidad, esa experiencia subjetiva se percibe objetivamente como el cuerpo físico - y por medio del cuerpo, y los órganos de los sentidos percibimos el mundo, subjetivamente. Sujeto y objeto entrelazados en una eterna danza.
Pero todo está hecho de lo mismo.

Nuestro cuerpo no es independiente del cuerpo del universo, porque más allá de nuestros átomos y partículas elementales, es decir al nivel de la mecánica cuántica, las fronteras no están bien definidas. Somos más bien una onda, una ola, una fluctuación, una perturbación localizada en un campo cuántico mucho más grande, una ola surgida en el mar de la potencialidad infinita. Ese campo cuántico más grande - el universo – es también nuestro cuerpo ampliado.

Como la conciencia humana es infinitamente flexible, tenemos la habilidad de poder cambiar concientemente el contenido de información que da origen a nuestro cuerpo físico.
Podemos cambiar concientemente el contenido de energía y de información de nuestro propio cuerpo a nivel cuántico y, por lo tanto, influir en el contenido de energía y de información de nuestro cuerpo ampliado -nuestro entorno, el mundo - y hacer que se manifieste lo que deseamos. Dicho de otra forma: materializar un deseo.

Para esto la conciencia posee dos cualidades: la atención y la intención.

La atención concentra energía, la focaliza, y la intención tiene el poder de transformar.
Si prestamos atención a algo le transferimos energía, ya que el pensamiento es una onda de energía y entonces el objeto de atención se manifestará con más fuerza en nuestra vida. Si dejamos de prestar atención, se marchitará, se desintegrará y desaparecerá.

Por otro lado, la intención estimula la transformación de la energía y de la información. La intención focaliza, potencia y organiza.

El acto de dirigir la intención sobre el objeto de la atención desencadenará una serie de sucesos en el espacio-tiempo que tarde o temprano materializaran lo deseado. Esto se debe a que, como vimos, todo esta interconectado y además la intención tiene un infinito poder organizador. El poder organizador significa la capacidad para organizar la información simultáneamente, o sea, una infinidad de sucesos espaciotemporales todos al mismo tiempo.

Si sembramos una intención en el suelo fértil de la potencialidad pura, del inconciente no manifestado, ponemos a trabajar para nosotros ese infinito poder organizador.

Este poder organizador es normal en la naturaleza, se expresa en cada hoja del árbol, en cada flor, en cada célula de nuestro cuerpo. Lo podemos ver en todo lo que vive.
En la naturaleza, todo está conectado y relacionado entre sí.

Lo asombroso de nuestro cerebro es que puede gobernar ese infinito poder organizador a través de la intención.

En el ser humano, la intención y la capacidad de transformación son ilimitadas, no están contenidas en una red rígida de energía e información. Poseen una flexibilidad infinita. Obviamente siguiendo las leyes del universo y de acuerdo a la propia naturaleza de cada ser.

La intención favorece el flujo natural y espontáneo de la pura potencialidad, que busca manifestarse, es decir, pasar del estado no manifestado (potencial) al estado real.

Cabe aclarar que estas cualidades de la conciencia, son de naturaleza benéfica y positiva. No pueden servir para dañar o ignorar a otro ser. Siempre hay que obrar en beneficio de la humanidad; de todas formas esto es algo que sucede espontáneamente cuando se está en la condición normal del cuerpo y el espíritu.

La intención es el verdadero poder detrás del deseo. La sola intención es muy poderosa, porque es deseo sin apego al resultado. El solo deseo es débil, porque en la mayoría de los casos es atención con apego y sin un verdadero propósito. Es apenas un débil estimulo incapaz de mover una partícula de polvo.

Sin embargo la conciencia es capaz de crear mundos.

Esto significa que podemos desear y obrar libremente, sin depender ni identificarnos con un resultado, con confianza en nuestra naturaleza y posibilidades, que son universales.

La intención se proyecta hacia el futuro, pero la atención está ubicada en el presente. Mientras la atención esté en el presente, la intención dirigida hacia el futuro se cumplirá porque el futuro se crea en el presente. El presente es la semilla del futuro. El futuro es el fruto del presente. Y este presente es la actualización de causas pasadas. Por eso con nuestros pensamientos y acciones, podemos influir en todas las direcciones del tiempo y del espacio.

Hay que saber aceptar, asumir el presente tal como es. De esta forma, con el deseo y la intención, podemos sembrar nuevas semillas, de cara al futuro. Instalar nuevos programas, un software útil y actualizado que nos permita realizar lo que queremos y vivir en plenitud. Sin arrepentimientos ni culpas, eliminando los programas parásitos y los softwares malintencionados.

El pasado, el presente y el futuro son propiedades de la conciencia.


El pasado es memoria; el futuro es posibilidad; el presente es atención.
El tiempo es el movimiento del pensamiento.
Tanto el pasado como el futuro nacen en la imaginación; solamente el presente, que es conciencia, es real y es eterno. Existimos en el presente.

Ahora y aquí encontramos el campo de infinitas posibilidades. El suelo fértil donde crecerá un futuro deseado.
Cuando la conciencia se libera de la carga del pasado, la acción en el presente se vuelve creativa y total, germen del futuro deseado,

La intención libre y desapegada, actúa como catalizador para la mezcla correcta de materia, energía y sucesos espacio-temporales para crear cualquier cosa que deseemos.

Si tenemos conciencia del momento presente, los obstáculos imaginarios – que representan la gran mayoría de los obstáculos percibidos - se desintegran y desaparecen. El resto de nuestras dificultades reales se transforman en oportunidades, gracias a otra de las cualidades de la conciencia: el foco.

La intención focalizada es la atención que no se aparta de su propósito. Lo que significa estar enfocados, o sea, manteniendo nuestra atención en el presente, con un propósito inflexible y eliminando cualquier obstáculo que consuma o disipe la concentración de nuestra atención y nos desvíe de nuestro propósito.
La atención y el propósito aportan serenidad y motivación. Y esta combinación se vuelve poderosa y muy eficaz.

Aprendamos a desear y a aprovechar el poder infinito de la intención, así podremos crear cualquier cosa que deseemos desde el fondo del corazón, para aumentar nuestro conocimiento y bienestar y el de los demás también.

miércoles, 13 de enero de 2010

El principio de dar



El universo funciona a través de un intercambio dinámico. Nada es estático. Nuestro cuerpo está en intercambio dinámico y constante con el cuerpo del universo; nuestra mente mantiene una interacción dinámica con la mente del cosmos; nuestra energía es una expresión de la energía del cosmos.
El flujo de la vida no es otra cosa que la interacción armoniosa de todos los elementos y las fuerzas que forman los diferentes niveles de la existencia. La conciencia, la energía, la materia. Esta armoniosa interacción de los elementos y las fuerzas de la vida se manifiesta como un flujo, una corriente cósmica que va y viene.

En lenguaje humano podemos traducirlo por dar y recibir.

Puesto que nuestro cuerpo, nuestra mente y el universo mantienen un constante y dinámico intercambio, frenar la circulación de la energía es como frenar el flujo sanguíneo. Cuando la sangre deja de circular, comienza a coagularse y a estancarse, degenera y enferma. Por ello no debemos bloquear este flujo. Al contrario, hay permitir siempre que circule libremente.

“Este frágil recipiente lo has vaciado una y otra vez para llenarlo eternamente de vida nueva. Esta pequeña flauta de caña la has llevado por valles y montañas, soplando a través de ella melodías siempre nuevas...
Tus dones infinitos vienen a mí solamente en mis pequeñas manos. Pasan los siglos, y tú continúas vertiendo, y todavía hay espacio para llenar”.
RABINDRANATH TAGORE

Dar y recibir son dos caras de la misma moneda. Si damos, recibimos. Si recibimos, damos.

En realidad, recibir es lo mismo que dar, porque dar y recibir son aspectos diferentes del flujo de la energía en el universo. Y si detenemos el flujo de alguno de los dos, obstaculizamos la inteligencia de la naturaleza, es decir, no permitimos que se exprese.

Se dice que en cada semilla está la promesa de miles de bosques. Pero la semilla no debe ser acaparada; ella debe dar todo su potencial, su inteligencia, al suelo fértil. A través de su acción de dar, su energía invisible fluye para convertirse en una manifestación material.

Cuanto más demos más recibiremos, de esta forma la abundancia del universo se mantendrá circulando en nuestra vida.

Si damos a disgusto o con un interés egoísta, no hay energía detrás de esta acción.

Al dar y al recibir, lo más importante es la intención.
La intención debe ser siempre crear felicidad para quien da y para quien recibe, porque la felicidad sostiene y sustenta la vida y, por lo tanto, genera abundancia. La retribución es directamente proporcional a lo que se da, cuando el acto es incondicional y sale del corazón. De esa manera, la energía de esta acción se potencia.

Este principio que es enseñado por los maestros espirituales desde la antigüedad, es comprobado hoy en día por la ciencia. El pensamiento, la palabra y las acciones son formas de energía. La materia es una forma de energía. El universo entero es energía en permanente transformación. Querer solo recibir es desconocer este principio fundamental y por lo tanto fuente de error y sufrimiento.

Esto es igual para las personas, las empresas, las sociedades y las naciones. Si deseamos recibir el beneficio de todas las cosas buenas de la vida, aprendamos a desearle en silencio a todo el mundo lo mejor.
Incluso la sola idea de dar, el simple deseo, o una sencilla oración que proyecte salud y felicidad a los demás, tienen el poder de afectarlos.

Esto se debe a que nuestro cuerpo en esencia, es un haz individual de energía e información en medio de un universo de energía e información. Estamos conectados y en un nivel fundamental no hay separación, sino unidad.
Somos conciencias individuales en medio de un universo conciente.

La palabra "conciencia" implica mucho más que energía e información: implica una energía y una información que se manifiestan como pensamiento. Por lo tanto, somos pensamiento en medio de un universo pensante. Y el pensamiento tiene el poder de crear y transformar.

La vida es la danza eterna de la conciencia, que se manifiesta como un intercambio dinámico de impulsos de inteligencia entre el microcosmos y el macrocosmos, entre el cuerpo humano y el cuerpo universal, entre la mente humana y la mente cósmica.

Hay que aprender a dar aquello que más buscamos. Y ser capaces de abandonar lo que más tememos perder. De esta manera activamos esta danza y su alegre movimiento sutil, enérgico y vital, que constituye el palpitar eterno de la vida.

Nuestra verdadera naturaleza es de prosperidad y abundancia. Vivimos en un universo de abundancia. La escasez y la miseria son problemas del espíritu. Si el “pobre” está satisfecho y feliz y el “rico” está siempre insatisfecho, alimentando su egoísmo, ¿quien es el pobre y quien es el rico? ¿Quién es mas sabio y quién más ignorante?


La sociedad moderna ha exacerbado el consumo y los deseos materiales al punto que muchos dejan su vida, su tiempo, su vitalidad y su felicidad, corriendo todo el día detrás de objetos y falsas obligaciones. Como el burro que va detrás de la zanahoria y que nunca va a alcanzar, solo para hacer mover una gran rueda. Otros engañan y llegan incluso a matar para saciar su avidez.

Somos naturalmente prósperos porque la naturaleza nos provee de todo lo que necesitamos. No nos falta nada porque nuestra naturaleza esencial es la potencialidad pura, las posibilidades infinitas. Cada célula de nuestro cuerpo está conectada con este flujo ilimitado. Por consiguiente, debemos saber que ya somos intrínsecamente ricos, independientemente de cuánto dinero tengamos, porque la fuente de toda riqueza es el campo de la potencialidad pura - es la conciencia que sabe cómo satisfacer cada necesidad, incluyendo la alegría, el amor, la risa, la calma, la armonía y el conocimiento. Si vamos en pos de estas cosas primero – no solamente para nosotros mismos, sino para los demás - todo lo que necesitemos llegará de forma natural y espontáneamente.

Todo el universo se brinda desinteresadamente. El sol sale cada día sin pedir nada a cambio. Igualmente la tierra, que nos nutre y sustenta. Nacimos con forma humana, y para nosotros es normal, pero desde un punto de vista universal es un regalo, un don.

Estamos en el top de la evolución y no hicimos nada al respecto. Ni siquiera controlamos los aspectos fundamentales de nuestra vida, como la respiración, el latido del corazón, la temperatura corporal, el metabolismo, la química celular, ni el momento de nacer ni el de morir. Y todo se hace igual, sin nuestra aparente intervención. ¿Por qué tener miedo entonces?

La mejor manera de devolver, de agradecer esta energía, esta vida, es haciendo de nuestra existencia una fuente de conocimiento y felicidad, que irradie en todas las direcciones.

Nadie ni nada lo impide. El único obstáculo es la pequeña mente, estrecha e ignorante.

Cuando se abren las manos todo puede pasar a través de ellas.

domingo, 3 de enero de 2010

El pensamiento cósmico


La mayoría de los sufrimientos son creaciones de nuestro propio espíritu.
El miedo, la ansiedad, la frustración, la preocupación y la insatisfacción están ligados al pensamiento.

Hoy en día se ha vuelto un problema, la mayoría no puede parar de pensar. El cerebro se vuelve complicado. Nuestra visión de la vida se vuelve complicada, contradictoria, sin sentido y sin salida aparente.
Creamos la realidad a partir de lo que percibimos a través de nuestros sentidos, pero estos ya sabemos que tienen sus limitaciones y en mucha gente se encuentran, además, obstruidos, fatigados, atiborrados de información y exceso de estímulos.

No solo la realidad “exterior”, sino la imagen que tenemos de nosotros, la autoimagen, depende también de cómo nos percibimos.
El pensamiento crea categorías. Es en cierta forma normal, nuestro cerebro izquierdo emite ondas generalmente desordenadas y de alta frecuencia (tipo Beta), de una manera secuencial y bipolar. Inevitablemente establece categorías: lejos-cerca, alto-bajo, bueno-malo, gano-pierdo, mío-tuyo, lindo-feo, etc., en un flujo interminable de ideas, encadenadas unas con otras.

Este es un mecanismo evolutivo de adaptación al medio. Se relaciona con el lenguaje y la necesidad de expresión, con la individualidad, con el pensamiento abstracto que nos permite ir del pasado al futuro y proyectarnos como personas.
Curiosamente corresponde mayormente al área más moderna a nivel evolutivo, el lóbulo frontal, quizás por eso la menos madura.
El problema aparece cuando esta actividad fisiológica del neocórtex, no es convenientemente filtrada ni equilibrada por otras partes del cerebro.

Este es el mecanismo básico y el origen de las ilusiones. Pensamiento abstracto, sin sustancia, que es tomado como real sin haber sido previamente purificado. Desconociendo su verdadera naturaleza. Como el que cree que el reflejo de la luna en el agua es la luna, o aquel que toma la imagen que devuelve el espejo como real.
Este error de percepción crea separación y bloqueos, que al cabo de un tiempo se transforman en sufrimiento y fuente de más ilusiones y más sufrimiento.

Es una cuestión de educación, o más bien de reeducación.

Si creemos que somos lo que pensamos, entonces limitamos la conciencia a una realidad estrecha y contradictoria.
A menos que aprendamos a pensar.

¿Como hacer para no pensar? Querer dejar de pensar es en sí otro pensamiento. Más nos empeñamos en esta dirección, más combustible echamos al fuego. Es inútil. Fatiga y nos aleja aún más de nuestro ser. Genera ruido y contaminación.

La música del universo

El secreto está en aprender a pensar. Pensar sin pensar. Equilibrar la actividad cerebral. Conectar sus diferentes partes para que funcionen en unidad y armonía.
Al igual que una orquesta.
Como la música, no solo están los sonidos también están los silencios, los espacios vacíos (no-sonido) entre cada sonido.

Los sonidos y los silencios hacen que la música tenga armonía, melodía y ritmo. Sino, es puro ruido y no transmite nada o poca cosa.
El instrumento es el cerebro pero el director de la orquesta es el espíritu, la conciencia. Cuando están en unidad, la ejecución es bella y tiene swing.

El secreto está en el inconciente

Pensar sin pensar. Pensar a partir del no-pensamiento, al igual que el sonido que surge del silencio es claro y puro, el pensamiento que nace de una mente vacía y silenciosa, es verdadera pureza y fuente de creatividad.

Podríamos llamar a esto, pensamiento cósmico, absoluto, universal, más allá de las contradicciones y dualidades. Un tipo de pensamiento que engloba los opuestos.
Cuando la mente esta calma y el cerebro equilibrado, este tipo de pensamiento surge espontáneamente y naturalmente. Es la condición normal.

La esencia del ser que se manifiesta sin ilusiones ni mentiras.

Existen muchas formas de meditación y prácticas para desarrollar este aspecto del ser. Algunas son más eficaces y profundas que otras. La postura del cuerpo es importante al igual que la respiración. Para esto lo mejor es la práctica regular de zazen, es el método directo y eficaz, que permite trascender con más facilidad la pequeña mente (dualista) y expandir la conciencia, inconcientemente y naturalmente.
También disciplinas como el chi kung (qi gong) y el tai chi, fortalecen la respiración y calman la mente.
Cuando la mente, a partir del silencio y la quietud, afina con el inconciente, la vibración del cosmos se manifiesta espontáneamente en el pensamiento, la palabra y las acciones.

Una bella manera de crear una vida armoniosa escuchando la música del universo.