sábado, 27 de noviembre de 2010

La evolución y los hábitos


En este universo vivo y conciente en el que vivimos, no hay leyes de la naturaleza, solo hábitos.
No hay nada externo al universo que fuerce una ley en él.

La ilusión que tenemos de que en el universo hay leyes fijas es el resultado de no tener la necesidad de cambiar esos hábitos.
Cuando los hábitos deben cambiarse para asegurar la supervivencia del organismo, vemos este evento de la naturaleza y lo llamamos evolución.
Dicho de otra manera, la evolución es una cambio de hábitos para que el organismo sobreviva. .
En 1988 John Karat y su equipo hicieron el siguiente experimento: pusieron células intolerantes a la lactosa rodeadas solo de este azúcar como alimento. Si hubiera una “ley” de la naturaleza estas células habrían estado condenadas a morir, sin embargo, todas sobrevivieron. Cada una entendió el problema al que se enfrentaban y reemplazaron la enzima defectuosa que no les permitía metabolizar la lactosa por otra enzima funcional, para poder así alimentarse.

Si una célula comprende como cambiar, y es capaz de evolucionar para poder sobrevivir y evitar la extinción, con más razón un organismo o un ser vivo puede hacerlo.

La creencia generalizada es que nuestro cuerpo es como una máquina biológica controlada por genes, un cuerpo físico compuesto por células sin conciencia, regidas por leyes inmutables y nuestros pensamientos, emociones y conductas están separados y no pueden modificar estas “leyes” establecidas arbitrariamente.

De manera que siguiendo esta creencia convencional, somos más bien como víctimas de esta “legislación” natural y de una herencia genética sin el poder para influir ni muchos menos cambiar cualquier cosa en nuestra vida, incluso nuestra salud y felicidad.

En los años ´60, el biólogo Bruce Lipton tomó células madres que eran el producto de la división de una única célula madre, o sea, compartían exactamente la misma información genética y las dividió en tres grupos. Cada grupo fue puesto en un medio diferente, es decir, cambiando los componentes de su ambiente. El resultado fue que el primer grupo formó células óseas (osteocitos), el segundo células musculares (miocitos) y el tercero células grasas (adipocitos). O sea: hueso, músculo y tejido adiposo.
¿Qué fue lo que controló el destino de cada célula si eran genéticamente idénticas?, lo único diferente era el medio en el que crecieron.

Las propias células controlaron sus cambios, adaptándose al entorno.

Podemos controlar los cambios, tenemos ese poder, esa habilidad.

Cada uno puede controlar y crear su vida, depende de cómo se percibe el ambiente y de la realidad que proyecte el cerebro.

Si comprendes esta capacidad, entonces podrás vivir plenamente y guiarte a ti mismo a la más grande y hermosa experiencia en esta tierra.
Sentirse vivos y sanos, conectados a un universo que también está vivo y conciente.

La mente colectiva moldea nuestra evolución.

Las crisis sociales y los grandes cambios energéticos a nivel planetario que estamos experimentando, están movilizando una gran cantidad de energía a la superficie de la mente colectiva.

Esto está acelerando los cambios. Las células, el ADN, incluso los cuerpos sutiles están sufriendo una profunda transformación que nos modificará como individuos y como especie, de hecho es lo que viene pasando.
Lo importante es acompañar estos cambios, adaptarse, volverse íntimo consigo mismo y con sus procesos internos y no creer cualquier cosa ni dejarse confundir por la información mediática tendenciosa y alarmista. No es necesario seguir al rebaño ni identificarse con la falsa información.

De esta manera uno puede verse beneficiado y participar en esta verdadera mutación.

El secreto está en el cambio de hábitos.

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