lunes, 20 de agosto de 2012

El verdadero ser

 

El cuerpo humano es una comunidad de unos 50 trillones de células, y cada una de ellas representa una unidad biológica con conciencia y capacidad de adaptación. 

Nuestro cuerpo, en grande, reproduce las actividades de cada célula: respira, se alimenta, se reproduce, tiene sistemas de eliminación de deshechos, de purificación, de defensa. No solo eso, también se adapta, comunica con otras células y para sobrevivir es capaz de tomar decisiones y cambiar su programación.
 


Miles de millones de células forman el organismo llamado ser humano y miles de millones de humanos, junto con el resto de los seres vivos, forman parte del organismo llamado Tierra.
Las mismas similitudes que existen entre un ser humano y una célula, las encontramos entre la tierra y los seres humanos.



Comenzando por considerar a nuestro planeta como un ser vivo, formado por la comunidad de seres vivos que la habitan y que están interconectados. Posee un campo electromagnético, circulación de energía y fluidos, sistemas de purificación y de regeneración y lo fundamental…es consciente. Después de todo, ¿Por qué no lo sería?, si nosotros que estamos hechos con los mismos materiales “inertes” y las mismas biomoléculas, también lo somos.

Al conjunto de seres vivos de la Tierra junto con el sistema físico con el que interactúan y que contribuyen a formar, se le llama biosfera.

La biosfera es una creación colectiva de una variedad de organismos y especies que interactuando entre sí, forman la diversidad de los ecosistemas o biodiversidad.

Por eso tenemos que considerarla como un gran ser vivo, con capacidad para controlar, dentro de sus límites, como todo ser vivo, su propio estado y evolución.

Hasta no hace mucho tiempo la ciencia ponía como límite para la vida sobre la tierra el nivel, a pocos metros de profundidad, hasta donde se extienden las raíces de las plantas y también la altura hasta donde pueden llegar las aves, pero se ha comprobado que no sólo en los fondos oceánicos hay vida, sino también en los niveles profundos de la corteza terrestre. Consiste en bacterias y arqueas extremófilas, las cuales extraen energía de procesos químicos inorgánicos (Quimiosíntesis). Estas formas de vida se desarrollan mejor en lugares donde aparecen ciertas mezclas minerales inestables, que ofrecen un potencial de energía química. Nuestro planeta es un ser vivo, en constante transformación y sus procesos internos generan permanentemente situaciones así.

La organización de la vida se basa en una jerarquía de niveles de complejidad, con sistemas menores que se organizan para formar otros mayores, más complejos y potencialmente más variados.

Se trata de sistemas autoorganizados con distintos grados de control sobre su estado. La menor unidad con atributos de ser vivo es la célula; de hecho basta una célula para tener un organismo autónomo, por ejemplo un organismo unicelular como el paramecio.



Paramecio
La biosfera muestra el grado de control de un organismo, tiene la capacidad de regular su composición y estructura (homeostasis) y también el ritmo de sus procesos internos y de intercambio.

El descubrimiento de la biosfera profunda trajo consigo un cambio en la manera de pensar, al mostrar la viabilidad de la vida en ambientes extremos y en ausencia de luz, en contra de lo que se pensaba antes.

El aumento de comprensión de lo que verdaderamente es la biosfera, ha transformado las ideas acerca de la probabilidad de vida en otros planetas y comienza a ampliar el conocimiento sobre el universo y nuestro lugar en el.

Los pueblos nativos de todo el mundo lo saben, incluso lo veneran. Es un saber ancestral, recibido y transmitido naturalmente.

Nuestro ser biológico también lo sabe. Evidentemente, sino estaríamos en serios problemas, ya que la enfermedad significa estar cortados o aislados de la naturaleza (incluida la propia). En la sociedad actual la separación entre el ser biológico y el ser social es cada vez mayor. 



Digamos que la parte nuestra que se adapta a las condiciones artificiales del medio ambiente, generalmente atenta contra la integridad del ser biológico, es decir, de nuestra propia naturaleza

La comprensión de la ciencia respecto de la evolución es lineal, colocando (obviamente) en el tope de la escala al ser humano. Desde este punto de vista racional es muy difícil que nos consideremos parte de algo superior, y menos aún de otro organismo.
Sin embargo es así.

Formamos parte de un organismo superior, vivo y consciente llamado universo. De hecho el universo entero es un solo organismo, con completo conocimiento de su propia existencia.

La razón por la que para nosotros es tan difícil asimilar esto es porque nuestro conocimiento está limitado por el lenguaje y los conceptos, y nuestra comprensión de la vida surge principalmente del cerebro izquierdo. De manera que cuando escuchamos el término “organismo vivo y consciente”, de inmediato le damos forma y cualidades humanas, y lo comparamos con la clasificación biológica de los seres vivos, olvidando el significado de ser vivo:
“Un ser vivo es un conjunto de átomos y moléculas, que forman una estructura material muy organizada y compleja, en la que intervienen sistemas de comunicación molecular, relacionándose con el ambiente mediante el intercambio de materia y energía de una forma ordenada, y tiene la capacidad de desempeñar las funciones básicas de la vida: se nutre, se desarrolla, reacciona al medio, se reproduce y se mantiene en equilibrio como un todo”.

El universo cumple con todos estos requisitos, y más aun, ya que esta definición (otra vez las palabras) no va más allá de los límites de la percepción humana. Así que “vivo” y “consciente” siguen siendo intentos limitados de describir la naturaleza que percibimos.

Desde el punto de vista del universo, las categorías humanas no significan seguramente gran cosa. Vida y muerte son moneda corriente, de hecho en nuestro propio cuerpo todo el tiempo mueren y nacen células sin que nos demos cuenta. Y el mismo proceso se repite en todo el universo, las estrellas nacen y mueren, se agrupan, forman galaxias, las galaxias forman cúmulos de galaxias, intercambian material y energía, se desarrollan, se transforman, mueren… y quizás también nuestro universo sea parte de otro, y también haya nacido y muera. 
O quizás, lo que percibimos como nacimiento y muerte sean simplemente cambios de estado en una perpetua transformación y solo podamos percibir partes aisladas de la totalidad, como los ciegos que sin saber lo que tocan tratan de describir lo que sus manos palpan.


Lo mismo pasa cuando tratamos de definir a la conciencia. Siempre nos vamos a topar con el límite de comprensión de nuestra pequeña mente consciente, hecha de palabras y conceptos.

Cuando trascendemos las fronteras de nuestra mente ordinaria, inmediatamente accedemos a un nivel más amplio de comprensión y de interconexión con el resto del universo, que es la fuente original de donde surge la vida y cualquier manifestación.

La conciencia cósmica es la responsable de las formas y propósitos evidentes en la materia. Cualquier manifestación es en realidad la actividad de la conciencia, que es el “verdadero ser”, y la verdadera naturaleza de nuestro ser. 


La conciencia es la fuente pura y original de todas las creaciones.

Lo peor que puede pasarnos es alejarnos o aislarnos de esta fuente, de nuestro verdadero ser, que representa nuestro aspecto divino, universal e infinito. En esencia somos seres cósmicos, hechos con el mismo material que el sol y la tierra y dotados de la misma conciencia.

La ilusión y el sufrimiento aparecen con la creencia de un ego separado del resto e identificado con la percepción física y material de la vida. Esto nos deja confundidos y a merced de intermediarios y otros peligros sociales que atentan contra nuestra esencia vital. 


Para recuperar la verdadera identidad (o el verdadero ser), es suficiente con dejar de mirar hacia fuera con ojos perplejos y cambiar la dirección de la mirada, hacia nuestro interior, aceptando nuestro límites, defectos, errores y también nuestra naturaleza divina, creadora e infinita. 
No es necesario identificarse con nada visto que implícitamente somos nada…o todo.
Nuestro verdadero ser carece de forma.


Con este nivel fundamental de comprensión podemos aceptar también los defectos y errores de los demás. 
Esta información, manifestada como sabiduría y compasión universal, ya la poseemos, solamente tenemos que despejar el camino y las dudas para que puedan manifestarse.

Nuestro verdadero ser existe desde siempre y es uno con el cosmos entero.

"Un ser humano es parte del todo que llamamos universo, una parte limitada en el tiempo y en el espacio. Está convencido de que él mismo, sus pensamientos y sus sentimientos, son algo independiente de los demás, una especie de ilusión óptica de su conciencia. Esa ilusión es una cárcel para nosotros, nos limita a nuestros deseos personales y a sentir afecto por los pocos que tenemos más cerca. Nuestra tarea tiene que ser liberarnos de esa cárcel, ampliando nuestro círculo de compasión, para abarcar a todos los seres vivos y a toda la naturaleza en conjunto en toda su belleza"
Albert Einstein





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